SAN JAVIER

Lugar de destacada riqueza paisajística, de singularidad climática y geográfica, de exquisitez de su gastronomía y la hospitalidad de su gente, que convierte al turismo en un estandarte internacional de las bondades de estas tierras.

A una altitud de 17 metros, el municipio tiene una extensión de 74,2 km2 y cuenta con 32.000 habitantes, una población que se multiplica con el cuantioso flujo de visitantes durante la época estival. Tierra, aire y mar, son los tres elementos básicos que hacen de San Javier un lugar especial.

Una de las dos facetas más relevantes de su economía es la tierra, que nos da de comer. La calidad de los productos de su zona agrícola en El Mirador, La Grajuela, Roda, Los Saez de Tarquinales, Pozo Aledo o La Calavera, puntera en la aplicación de modernas tecnologías y que sitúa a San Javier en los mercados internacionales.

En las alturas la Academia General del Aire entrena a los pilotos del Ejército y dibuja colores en el cielo con la Patrulla Acrobática Águila.

Y la mar, mar que se asoma a San Javier por Santiago de la Ribera y La Manga del Mar Menor. Mar que nos viene por partida doble y para todos los gustos. La Mar Menor, mar llana de aguas tranquilas, cálidas y reposadas, y la mar mayor, el Mediterráneo, mar abierto y sin límites, por donde llegan y se comparten culturas.

SAN JAVIER es un privilegiado rincón del Mediterráneo que a lo largo de la historia es elegido por importantes civilizaciones, desde el Paleolítico hasta épocas romana y árabe, como asentamiento. Comarca de pastores y pescadores, puerto de interés para piratas berberiscos y tierra de nobles y caballeros de armas en el siglo XVI.

Desde su origen, en pequeños y dispersos núcleos de población en el siglo XIII construidos alrededor de torres defensivas repartidas por todo el litoral, en algunos casos todavía se conserva el nombre o apellido como topónimo de la localidad como ocurre en Pacheco, Roldán o Pagán. Antiguas crónicas, como el Libro de Montería de Alfonso X y las Crónicas de Felipe II, hablan de la riqueza en la fauna y la belleza paisajística, así la Isla del Ciervo conserva el nombre del animal que la habitó.

Al amparo de estos núcleos se construyeron ermitas que en los albores del siglo XVII dieron lugar a la consolidación de caseríos como el de San Javier. Un enclave próximo al trazado de la Vía Hercúlea, la calzada romana más extensa de la Península Ibérica que pasaba por las inmediaciones del Cabezo Gordo.

A principios del siglo XVIII decaen las incursiones de los piratas turcos y argelinos. El asentamiento urbano se hace más estable, la evolución demográfica y los crecientes recursos económicos de la zona procuran que, al amparo de las Cortes de Cádiz, San Javier se constituya municipio independiente el 16 de septiembre de 1836.